martes, 3 de diciembre de 2019

NO EN MI TIENDA



El antepasado de 'El Abeto de Moratalaz', en el negocio familiar.

Por Carlos Mínguez

Enesimocuarto triunfo consecutivo de SIH en el Marqués de Samaranch, en un partido que no tuvo historia. Aquí podría y debería terminar la crónica, pero ya que nos hemos tomado la molestia de contar los puntos, esta vez muy repartidos como el gordo (otro que ni mete canastas ni inventa jugadas ni nada), seguiremos.


El día amaneció lluvioso y desapacible, pero hasta nueve integrantes de SIH acudieron a cumplir con su deber, escoltados por una nutrida hinchada infantil. Aunque los números del rival invitaban a confiarse, ya sabemos lo que dejó dicho el Sabio sobre los relojes que además andaban. SIH empezó marcando el ritmo bajo el comando de Ulises, que dirigió una sinfonía naranja en la que nadie daba la nota, acompañado por Guille y las carreras del joven Juan, para terminar con un contundente 18-1 el primer cuarto. 


Cambiaron muchas caras tras el receso, y esta vez eran Portillo, Tino u Ortiz los que aportaban en ataque mientras que el rival daba sentido a su nombre, Diferentes, probando alternativas relacionadas mejor o peor con el balón pero estrellándose una y otra vez contra la defensa de SIH, avanzando como lemmings hacia el precipicio ante el estupor de los naranjas para anotar una única canasta en los primeros veinte minutos.



Al final, el diablo está en los detalles, y no hay nadie en las filas de SIH más cercano al Maligno que Foro. Privilegiado conocedor de los arcanos del baloncesto, fue su oscura labor la que llevó a los chicos de Los Diferentes al colapso. “Enhorabuena. Me has secado”, le reconoció posteriormente fuera de los focos el jugador menos diferente de los rivales, en uno de los escasos momentos que este pasó fuera de la zona. “No en mi tienda”, pensaba para sus adentros el maquiavélico Abeto de Moratalaz mientras acariciaba un gato con el que hacer luego un foie gras que venderá a buen precio.


Tras el inmerecido descanso, los eclesiásticos se relajaron y, ya sin la tensión del resultado, pudieron disfrutar de los otros muchos aspectos que enriquecen nuestro deporte, probando nuevas suertes como un contraataque en el que Portillo despistó a todos finalizando con una asistencia (mérito que extrañamente se atribuyó el Gran Capitán Tino, a veinte metros de la jugada, pero nadie le chistó), o un tiro libre de Mínguez que no tocó ni aro y que fue muy celebrado por Guille, quien venía de fallar cuatro consecutivos en el cuarto anterior. 


Mientras, el banquillo se divertía con las fechorías de la chavalada de SIH -“Se han portado bien”, llegó a afirmar uno de los padres en el quinto tiempo, ajeno a que se lanzaron pelotas y caretas a la pista, desplazaron las porterías e incluso el árbitro tuvo que parar el desarrollo del partido para retirar una botella de agua que no cayó de pie-.



A todo esto, en un noble esfuerzo, Los Diferentes consiguieron rebajar mínimamente la diferencia gracias a la insistencia de su mejor jugador, liberado del inclemente yugo del Abeto de Moraralaz que, cumplido su deber, pasaba los minutos contabilizando los días de vacaciones que restaban a varios miembros del equipo, profesores, parados y gente de peor ralea: la España improductiva, lo único que esta temporada quita el sueño a los mejores de los nuestros.


SIH 45, Los Diferentes 22 (18-1, 11-3, 5-5, 11-13).


Jugaron por SIH: Ulises (15), Portillo (7), Juan (7), Guille (5), Tino (3), Foro (3), Ortiz (3), Mínguez (2), Efrén.