UIli y Mínguez, en pleno contraataque. |
A veces en el baloncesto, como en la vida, uno rejuvenece.
Se trata por lo general de episodios pasajeros que se producen al hilo de
circunstancias extraordinarias (un reencuentro con viejos amigos, un revolcón
con una antigua novia, un retorno a viejas drogas ya olvidadas…) que tienen
efectos positivos, aunque luego la resaca, ya se sabe.
Pero hay ocasiones en que esos viajes en el tiempo resultan
de lo más pernicioso, como cuando uno se enamora de forma inesperada a ciertas
edades, sumiéndose en el más absoluto de los esperpentos para regocijo de los
de la cuadrilla habitual; o cuando piensa que es invulnerable (como era antes)
a esa última copa, sí, a esa de las cinco o seis de la mañana, para rematar
antes de ir a casa porque hay que trabajar al día siguiente, y resulta que no,
que el preciado brebaje de última hora le devasta por dentro a uno y le convierte en un desecho durante tres días.
Pues algo parecido le pasó a SIH el pasado domingo contra
Maravillas Basket, que pensó que era por fin invulnerable a la maldición del
tercer cuarto que tanto atenazó a la formación naranja durante sus primeros
años de existencia. De tener el partido controlado a echarlo todo a perder tras
el descanso, como siempre ocurría antes. En este caso el rejuvenecimiento no ha
sido precisamente edificante, pero bueno, así se escribe la historia, y ahora
es cosa es que no se vuelva a repetir, de que en el siguiente encuentro, al
volver del descanso, los jugadores de SIH no se incorporen como si les acabaran
de dar un masaje tailandés con final feliz, sino como hienas sedientas de la
sangre (figurada, que luego todo se malinterpreta) de los contrarios.
En fin, el partido se perdió 50-64, pese a haberlo tenido
ganado hasta el descanso, y poco más hay
que decir, aparte de que gran parte del peso de la victoria de los contrarios
se debió a su acierto en el tiro exterior, con un porcentaje de éxito inusual
en estas ligas nuestras.
En cuanto a los SIH, no podemos dejar pasar la oportunidad
de destacar dos nombres propios: Mínguez y Porti, que se salieron, aunque al
final su esfuerzo resultara vano para lograr el éxito colectivo.
Mínguez. A estas alturas nadie duda ya de que, al margen de
la longitud concreta en centímetros de sus extremidades visibles (las
invisibles no corresponde aquí abordarlas) Mínguez tiene los brazos más largos
de las ligas municipales. Con una facilidad innata para el robo, el tapón (como
bien ha podido experimentar innumerables veces este humilde cronista) y el
rebote, Mínguez es uno de los mejores dominadores de los balones aéreos en
busca de dueño.
Junto a estas facetas, el domingo pasado, en el encuentro
contra Maravillas Basket, sumó otra que no resulta baladí en este deporte
nuestro: la faceta anotadora. No en vano convirtió ocho puntos, una cifra muy
sólida y poco habitual para un jugador que no suele formar parte de la terna de
máximos anotadores de SIH (Uli y Guille sobre todo), y que resulta redonda si se suma al resto de las
facetas del juego.
Por su parte, Porti, el francotirador del 6,25, el titular
indiscutible de gran parte de la garra y la pasión de SIH, metió tres triples y
logró un total de 16 puntos para el equipo, volviendo locos a los chicos de
Maravillas en la primera parte del encuentro.
FICHA TÉCNICA
Resultado final: Maravillas Basket 64 – SIH 50
Parciales: 11-17, 15-13, 16-8 y 22-12.
Jugaron por SIH: Porti (19), Uli (17), Mínguez (8), Guille
(4), Ortiz (2), González, Foro.
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