miércoles, 22 de noviembre de 2017

VUELTA A LOS ORÍGENES



UIli y Mínguez, en pleno contraataque.



A veces en el baloncesto, como en la vida, uno rejuvenece. Se trata por lo general de episodios pasajeros que se producen al hilo de circunstancias extraordinarias (un reencuentro con viejos amigos, un revolcón con una antigua novia, un retorno a viejas drogas ya olvidadas…) que tienen efectos positivos, aunque luego la resaca, ya se sabe.

Pero hay ocasiones en que esos viajes en el tiempo resultan de lo más pernicioso, como cuando uno se enamora de forma inesperada a ciertas edades, sumiéndose en el más absoluto de los esperpentos para regocijo de los de la cuadrilla habitual; o cuando piensa que es invulnerable (como era antes) a esa última copa, sí, a esa de las cinco o seis de la mañana, para rematar antes de ir a casa porque hay que trabajar al día siguiente, y resulta que no, que el preciado brebaje de última hora le devasta por dentro a uno y le convierte en un desecho durante tres días.

Pues algo parecido le pasó a SIH el pasado domingo contra Maravillas Basket, que pensó que era por fin invulnerable a la maldición del tercer cuarto que tanto atenazó a la formación naranja durante sus primeros años de existencia. De tener el partido controlado a echarlo todo a perder tras el descanso, como siempre ocurría antes. En este caso el rejuvenecimiento no ha sido precisamente edificante, pero bueno, así se escribe la historia, y ahora es cosa es que no se vuelva a repetir, de que en el siguiente encuentro, al volver del descanso, los jugadores de SIH no se incorporen como si les acabaran de dar un masaje tailandés con final feliz, sino como hienas sedientas de la sangre (figurada, que luego todo se malinterpreta) de los contrarios.

En fin, el partido se perdió 50-64, pese a haberlo tenido ganado hasta el descanso, y  poco más hay que decir, aparte de que gran parte del peso de la victoria de los contrarios se debió a su acierto en el tiro exterior, con un porcentaje de éxito inusual en estas ligas nuestras.

En cuanto a los SIH, no podemos dejar pasar la oportunidad de destacar dos nombres propios: Mínguez y Porti, que se salieron, aunque al final su esfuerzo resultara vano para lograr el éxito colectivo.

Mínguez. A estas alturas nadie duda ya de que, al margen de la longitud concreta en centímetros de sus extremidades visibles (las invisibles no corresponde aquí abordarlas) Mínguez tiene los brazos más largos de las ligas municipales. Con una facilidad innata para el robo, el tapón (como bien ha podido experimentar innumerables veces este humilde cronista) y el rebote, Mínguez es uno de los mejores dominadores de los balones aéreos en busca de dueño.

Junto a estas facetas, el domingo pasado, en el encuentro contra Maravillas Basket, sumó otra que no resulta baladí en este deporte nuestro: la faceta anotadora. No en vano convirtió ocho puntos, una cifra muy sólida y poco habitual para un jugador que no suele formar parte de la terna de máximos anotadores de SIH (Uli y Guille sobre todo), y que resulta redonda si se suma al resto de las facetas del juego.

Por su parte, Porti, el francotirador del 6,25, el titular indiscutible de gran parte de la garra y la pasión de SIH, metió tres triples y logró un total de 16 puntos para el equipo, volviendo locos a los chicos de Maravillas en la primera parte del encuentro.

FICHA TÉCNICA

Resultado final: Maravillas Basket 64 – SIH 50
Parciales: 11-17, 15-13, 16-8 y 22-12.
Jugaron por SIH: Porti (19), Uli (17), Mínguez (8), Guille (4), Ortiz (2), González, Foro.


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